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domingo, 27 de julio de 2008

sábado, 26 de julio de 2008

DE MORAES, Vinicius. LA HORA ÍNTIMA


 


¿Quién pagará el entierro y las flores
si yo muero de amores?

¿Qué amigo será tan amigo
que en el entierro esté conmigo?

¿Quién, en medio del funeral
dirá de mí: "Nunca hizo el mal...?

¿Quién borracho, llorará en voz alta
por no haberme traído nada?

¿Quién deshojará violetas
en mi tumulto de poeta?

¿Quien lanzará tímidamente
al suelo un grano de simiente?

¿Quién mirará, cobarde,
la estrella de la tarde?

¿Quién me dirá palabras mágicas
que hagan empalidecer a los mármoles?

¿Quién, oculta en velos oscuros,
se crucificará por los muros?

¿Quién, con el rostro descompuesto,
sonreirá: Rey muerto, rey puesto...?

¿Cuántas, en presencia del infierno
sentirán dolores de parto?

¿Cuál la que, blanca de recelo,
tocará el botón de su seno?

¿Quién loca, ha de caer de
hinojos sollozando tantos sollozos
que despierte recelos?

¿Cuántos, los maxilares contraídos,
con sangre en las cicatrices
dirán: Fue un loco amigo...?

¿Qué niño mirando a la tierra
y viendo moverse a un gusano
tendrá un aire de comprensión?

¿Quién, en circunstancia oficial,
propondrá para mí un pedestal?

¿Qué llegados de la montaña
tendrán circunspección tamaña
que he de reír blanco de cal?

¿Cuál la que, el rostro al viento
lanzará un puñado de sal
en mi guarida de cemento?

¿Quién cantará canciones de amigo
el día de mi funeral?
¿Cuál la que no estará presente
por motivo circunstancial?

¿Quién clavará en el seno duro
una hoja oxidada?

¿Quién, con verbo inconsútil,
ha de orar: La paz le sea dada?

¿Cuál el amigo que, a solas consigo,
ha de pensar: No será nada...?

¿Quién será la extraña figura
a un tronco de árbol recostada
con mirar frío y aire de dudas?

¿Quién conmigo se abrazará
y tendrá que ser arrancada?

¿Quién va a pagar el entierro y las flores
si yo muero de amores?

jueves, 24 de julio de 2008

martes, 22 de julio de 2008

SABIDURIA DEL LLANTO. Fabían Dobles. Costa Rica






















Uno es una muchedumbre de arroyuelos
en esa inundación incontenible
que desde oscuros cielos milenarios
tormentosa nos llueve.

Uno es una muchedumbre de arroyuelos.
Mas hay un raro dique en la garganta.

Uno balbuce hablar para romperlo
en palpitantes astros y gemidos.
Pero qué puede hacer una voz sola.
Nos suena tan celosamente vaga,
tan de lejana tierra,
como si la robara una ansia ajena
que se nos lleva nuestros propios sueños.

Uno es una muchedumbre de arroyuelos
con ese extraño dique en la garganta.

A veces, lo sentimos tan hermano
que se nos hacen claros los sollozos.
Comprendemos el llanto.

Y desde la garganta, que enmudece,
pues es llanto desnudo, sin los ojos,
nos quedamos mirándonos las lágrimas
en su orígen, naciéndonos,
y escuchándolas,
como si nos oyéramos nosotros.

sábado, 12 de julio de 2008