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lunes, 30 de marzo de 2009

VALENCIA, Rodolfo. NADA DIRÁ






















Nada dirá del aire la paloma
mas que su vuelo.
Ni el pez del agua
mas que su estela.
Ni el hombre de la tierra
mas que su misterio.

Mi alma no dirá nada
sobre la soledad
ni mi corazón pronunciará palabra
sobre la aungustia de vivir esperando
sin esperar siquiera.

Yo me hundiré en las sombras del misterio
que obligará al inocente
a inventarse su mundo
y su lenguaje.

lunes, 23 de marzo de 2009

DO AMARAL. Tarsilia. ARTE Y POESÍA POPULAR EN LOS COLORES DE BRASIL.






INÉS GIROLA (Terra Magazine)
                                                                 

 
Podría hablarse largamente de las diferentes, infinitas y sumamente particulares formas que asume la palabra "viaje". Los viajes de Tarsila do Amaral (San Pablo, 1886 -1973), probablemente la artista brasileña más importante del movimiento modernista en su país, tienen la forma de un recorrido -nada ingenuo- que busca recoger lo universal de las culturas europeas y extranjeras para transformarlo en la particularidad más íntima de la propia cultura brasileña. Y tienen, además, las formas de un lápiz que en pequeñas libretas de anotaciones registra con trazos frescos y decididos, paisajes reales de lugares visitados, pero también y sugerentemente, de tantos otros lugares imaginarios.
Entre los años 1920 y 1933, Tarsila viaja varias veces a Europa y Latinoamérica, a Oriente e incluso a la Unión Soviética, intercalando siempre y constantemente, viajes al interior de San Pablo, hecho que influirá notablemente en el desarrollo de su obra. La exposición que puede visitarse hasta el 2 de junio en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) -la primera de Tarsila do Amaral en Argentina-, lleva el título de "Tarsila viajera", y propone justamente un recorrido a través de las obras que realizó la artista durante estos años de viaje, reuniendo, además de más de 80 pinturas y dibujos, por primera vez también, sus tres obras más emblemáticas: A negra (1923), Abaporu (1928), y Antropofagia (1929). Las primeras pinturas de la Tarsila viajera, de un fuerte tinte impresionista -y que abren el recorrido de la exposición-, son rápidamente dejadas de lado a medida que la artista se va apropiando del lenguaje modernista. Las formas académicas adquiridas durante su residencia en París, entre 1920 y 1922, comienzan a desarmarse al visitar Inglaterra, España e Italia. Cuando regresa a San Pablo, ese mismo año, conoce a un grupo de artistas e intelectuales que ya profesaban ideas modernistas, y a la vez que estudia sus propuestas comienza a interesarse por temas que reflejarían una supuesta "identidad" brasileña. Al año siguiente, frecuenta en París los ateliers de los grandes maestros cubistas, estudiando finalmente con el reconocido pintor de esa corriente, Fernand Léger.
Pero al año siguiente, y nuevamente su tierra natal, en 1924, la obra de Tarsila revela un nuevo "descubrimiento de Brasil": el paisaje del lugar se vuelve entonces un asunto central en sus trabajos. Pinta ciudades con símbolos de la modernidad (chimeneas, edificios, automóviles), a partir de líneas ortogonales que refuerzan la idea del racionalismo urbano; y junto con ellas, los paisajes de su siguiente viaje, a Minas Gerais, recuperan las formas orgánicas y los colores de su terruño. La simplicidad y la frescura de las pequeñas ciudades aparecen para Tarsila como elementos portantes de una "poesía popular". La artista recuerda: "encontré en Minas los colores que me encantaban de niña. Me enseñaron después que eran feos y vulgares. Seguí la rutina del gusto refinado¿. Pero después me vengué de la opresión, pasándolos a mis pinturas: azul purísimo, rosa violáceo, amarillo vivo, verde rutilante".
La constante interacción entre los elementos modernistas (la relación que mantiene con la vanguardia) y el impacto de la cultura brasileña (en un momento de búsqueda de una cultura de raíz nacional) confirma lo excepcional y original de una artista de inigualable calaña. Estos datos son más que interesantes a la hora de recorrer los cuadros que se encuentran expuestos en el Malba, sobre todo cuando una primera impresión comienza a intuir algunas ideas claves en las obras, como por ejemplo, la relación entre la naturaleza y el hombre. Las figuras "humanas" de Tarsila tienen mucho en común con las formas orgánicas de las especies vegetales (formalmente, muchas veces ni siquiera difieren, sobre todo en sus dibujos de línea). Luego, todos aquellos elementos que refieren a construcciones y productos de la civilización, son dibujados y pintados con líneas rectas, en su mayoría ortogonales. No es raro que uno ya empiece a pensar en los hombres y mujeres de Tarsila como seres fundamentalmente naturales (esto es, en estrecha relación con la naturaleza), hecho que se comprende cuando más adelante puede leerse la palabra "antropofagia" en algún epígrafe de obra. En ese momento uno se da cuenta de que se encuentra sumergido en la más honda profundidad de la obra de Tarsila. ¿Qué significa este término, antropofagia, en la obra de la artista?
A partir de 1928, Tarsila comienza a abordar imágenes que aparecen en su inconsciente, sueños, fantasmas, leyendas y supersticiones. Estas se reflejan en las pinturas en forma de paisajes habitados por seres fantásticos y vegetaciones exuberantes, de marcada tendencia surrealista; son los trabajos conocidos como "paisajes antropofágicos". La historia cuenta que en ese año, Tarsila le regaló a su entonces esposo, el escritor Oswald de Andrade, un cuadro que pretendía sorprenderlo. Al contemplarlo, Oswald afirmó ver en el cuadro algo parecido a un antropófago; y Tarsila comentó al respecto: "Busqué en un diccionario antiguo de la lengua tupi-guaraní y encontré a-ba-po-ru: 'hombre que come al hombre', y le puse ese nombre". A partir de allí Oswald escribirá el Manifiesto Antropófago, gran hito en las artes plásticas y en la literatura del modernismo brasileño.
Esta pintura, entonces, Abaporu, junto con A negra, y Antropofagia, forman el trío más célebre de la producción de Tarsila y representan el momento más alto del modernismo brasileño de la época. Allí se encuentra, en la fuerza de estas tres pinturas reunidas, la propuesta de construcción de la identidad brasileña. Y aquella búsqueda por recoger lo universal de las culturas europeas para transformarlo en la particularidad de la cultura brasileña, cobra todo su sentido en esta tríada que revela, precisamente, la clave del movimiento antropofágico: "comerse al europeo", para aprovechar lo nutritivo y desechar lo perjudicial. Vaya sentencia.
El último viaje de Tarsila en estos años (ya comenzando la década del 30) tuvo como destino a la Unión Soviética. Allí, las experiencias vividas la estimularon a representar motivos sociales, como se puede ver en los cuadros Operarios y Segunda Classe, también expuestos en el Malba. Luego, Tarsila regresa a San Pablo, donde se concentra en el trabajo sobre sus pinturas antropofágicas, reelaborando permanentemente la construcción de esa "identidad" tan buscada y añorada.

domingo, 22 de marzo de 2009

sábado, 21 de marzo de 2009

ONETTI, Juan Carlos.Y EL PAN NUESTRO







"Sólo conozco de ti
la sonrisa gioconda
con labios separados
el misterio
mi terca obsesión
de desvelarlo
y avanzar porfiado
y sorprendido
tanteando tu pasado
Sólo conozco
la dulce leche de tus dientes
la leche plácida y burlona
que me separa
y para siempre
del paraíso imaginado
del imposible mañana
de paz y dicha silenciosa
de abrigo y pan compartido
de algún objeto cotidiano
que yo pudiera llamar
nuestro".