Amarte en esta guerra que nos va desgastando y enriqueciendo. Amarte sin pensar en el minuto que se escurre y que acerca el adiós al tiempo de los besos. Amarte en esta guerra que peleamos, amor, con piernas y con brazos. Amarte con el miedo colgado a la garganta. Amarte sin saber el día del adiós o del encuentro. Amarte porque hoy salió el sol entre nuestros cuerpos apretados y tuvimos una sonrisa soñolienta en la mañana. Amarte en toda esta incertidumbre, sintiendo que este amor es un regalo, una tregua entre tanto dolor y tanta bala, un momento inserto en la batalla, para recordar cómo necesita la piel de la caricia en este quererte, amor, encerrada en un triángulo de tierra.
Yo vivo solo al borde del agua sin esposa ni hijos. He girado en torno a muchas posibilidades para llegar a lo siguiente:
una pequeña casa a la orilla de un agua gris, con las ventanas siempre abiertas hacia el mar añejo. No elegimos estas cosas.
Mas somos lo que hemos hecho. Sufrimos, los años pasan, dejamos caer el peso pero no nuestra necesidad
de cargar con algo. El amor es una piedra que se asentó en el fondo del mar bajo el agua gris. Ahora, ya no le pido nada a
la poesía sino buenos sentimientos, ni misericordia, ni fama, ni Curación. Mujer silenciosa, podemos sentarnos a mirar las aguas grises, y en una vida inmaculada por la mediocridad y la basura vivir al modo de las rocas. Voy a olvidar la sensibilidad, olvidaré mi talento. Eso será más grande y más difícil que lo que pasa por ser la vida.