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lunes, 22 de octubre de 2007
viernes, 19 de octubre de 2007
VALLEJO, César. ESPERGESIA

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo
que soy malo; y no saben
del Diciembre de ese Enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermana, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico. Y no saben
porque en mi verso chirrian,
oscuros sinsabores de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto...
Todos saben. Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda.
Y no saben que el misterio sintetiza,
que el es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Ya nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo
que soy malo; y no saben
del Diciembre de ese Enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Hermana, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico. Y no saben
porque en mi verso chirrian,
oscuros sinsabores de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto...
Todos saben. Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda.
Y no saben que el misterio sintetiza,
que el es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Ya nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
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