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miércoles, 23 de diciembre de 2009

CASELLANOS, Rosario. AMOR



Sólo la voz, la piel, la superficie
Pulida de las cosas.

Basta. No quiere más la oreja, que su cuenco
Rebalsaría y la mano ya no alcanza
A tocar más allá.

Distraída, resbala, acariciando
Y lentamente sabe del contorno.
Se retira saciada
Sin advertir el ulular inútil
De la cautividad de las entrañas
Ni el ímpetu del cuajo de la sangre
Que embiste la compuerta del borbotón, ni el nudo
Ya para siempre ciego del sollozo.

El que se va se lleva su memoria,
Su modo de ser río, de ser aire,
De ser adiós y nunca.

Hasta que un día otro lo para, lo detiene
Y lo reduce a voz, a piel, a superficie
Ofrecida, entregada, mientras dentro de sí
La oculta soledad aguarda y tiembla.

jueves, 10 de diciembre de 2009

OLMEDO, José Joaquín. LA VICTORIA DE JUNIN. Canto a Bolívar. Fragmentos.






El treno horrendo que el fragor revienta
y sordo retumbando se dilata
por la inflamada esfera,
al Dios anuncia que en el cielo impera.

Y el rayo que en Junín rompe y ahuyenta

la hispana muchedumbre,

que mas feroz que nunca amenazaba

a sangre y fuego eterna servidumbre,

y el canto de victoria

que en ecos mil discurre, ensordeciendo

el hondo valle y enriscada cumbre,

proclaman a Bolívar en la tierra

árbitro de la paz y de la guerra.



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Esta es, Bolívar, aun mayor hazaña

que destrozar el ferreo cetro a España,

y es digna de tí solo. En tanto, triunfa....







miércoles, 2 de diciembre de 2009

STORNI, Alfonsina. LA INQUIETUD DEL ROSAL





El rosal en su inquieto modo de florecer 
va quemando la savia que alimenta su ser.
Fijaos en las rosas que caen del rosal:
Tantas son que la planta morirà de este mal !
El rosal no es adulto y su vida impaciente
se consume al dar flores precipitadamente.

lunes, 23 de noviembre de 2009

ALBERTI, Rafael. LO QUE DEJÉ POR TI




















Dejé por ti mis bosques, mi pérdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.