Buscar este blog
viernes, 10 de diciembre de 2010
PICARDO UMAÑA, Mario. SONETO
En Rep. Americano, Costa Rica, 1955
Y persiste el sudor ciego y visible
en boca, luna, oración y nada.
fija la arena su no ser tangible
al hombre en semen libertad usada.
El mismo tiempo nos desviste al salto
y una pierna de vida viejamente
nos hunde arriba o nos cae a lo alto.
Risa de espacios al presagio ausente
de noche en senda por la luna asfalto
de nunca y algo, de temblor y frente.
Esta imagen de luz tan inasible
en sombra de silencio subrayada.
Mas fácil de soñar es lo imposible
que la forma a su rastro no alcanzada.
en boca, luna, oración y nada.
fija la arena su no ser tangible
al hombre en semen libertad usada.
El mismo tiempo nos desviste al salto
y una pierna de vida viejamente
nos hunde arriba o nos cae a lo alto.
Risa de espacios al presagio ausente
de noche en senda por la luna asfalto
de nunca y algo, de temblor y frente.
jueves, 9 de diciembre de 2010
LA NACIONALIZACIÓN DE LOS MUROS (basado en el libro de Eduardo Galeano)
Memorias del fuego III. El siglo del viento (Eduardo Galeano)
1924, Ciudad de México.
La nacionalización de los muros
''El arte de caballete invita al encierro. El mural, en cambio, se ofrece a la multitud que anda. El pueblo es analfabeto, sí, pero no ciego: Rivera, Orozco y Siqueiros se lanzan al asalto de las paredes de México. Pintan lo que nunca: sobre la cal húmeda nace un arte de veras nacional, hijo de la revolución mexicana y de estos tiempos de partos y funerales.
El muralismo mexicano irrumpe contra el arte enano, castrado, cobarde, de un país entrenado para negarse. Súbitamente las naturalezas muertas y los difuntos paisajes se hacen realidades locamente vivas y los pobres de la tierra se vuelven sujeto de arte y de historia en vez de objetos de uso, desprecio o compasión.
A los muralistas les llueve agravios. Elogios, ni uno. Pero ellos continúan, impávidos, trepados a los andamios, su tarea. Dieciséis horas diarias sin para trabaja Rivera, ojos y buche de sapo, dientes de pez. Lleva una pistola al cinto: -Para orientar a la crítica- dice:
DIEGO RIVERA,
Pinta a Felipe Carrillo Puerto, redentor de Yucatán, con un balazo en pleno pecho pero alzado ante el mundo, resucitado o no enterado de su propia muerte, y pinta a Emiliano Zapata sublevando pueblo, y pinta al pueblo: todos los pueblos de México, reunidos en la epopeya del trabajo y la guerra y la fiesta, sobre mil seiscientos metros cuadrados de paredes de la Secretaria de Educación. Mientras va cubriendo de colores el mundo, Diego se divierte mintiendo. A quien quiera escucharlo cuenta mentiras tan colosales como su panza y su pasión de crear y su voracidad de mujerófago insaciable.
Hace apenas tres años que ha vuelto de Europa. Allá en Paris, Diego fue pintor de vanguardia y se harto de los ismos; y cuando ya estaba apagándose, pintando nomás por aburrimiento, llego a México y recibió las luces de su tierra hasta incendiarse los ojos.
OROZCO
SIQUEIROS
Huraño es Orozco, escondido, turbulento hacia adentro. Espectacular ampuloso, turbulento hacia fuera es David Alfaro Siqueiros. Orozco practica la pintura como ceremonia de la soledad. Siqueiros pinta por militancia de la solidaridad. No hay mas ruta que la nuestra, dice Siqueiros. A la cultura europea, que considera enclenque, opone su propia energía musculosa. Orozco duda, desconfía de lo que hace. Siqueiros embiste, seguro de que su patriótica arrogancia no es mala medicina para un país enfermo de complejos de inferioridad
.
«El pueblo es el héroe de la pintura mural mexicana»
dice Diego Rivera
''La verdadera novedad de la pintura mexicana, en el sentido en que la iniciamos con Orozco y Siqueiros, fue hacer del pueblo el héroe de la pintura mural. Hasta entonces los héroes de la pintura mural habían sido los dioses, los ángeles, los arcángeles, los santos, los héroes de la guerra, los reyes y emperadores y prelados, los grandes jefes militares y políticos, apareciendo el pueblo como el coro alrededor de los personajes estelares de la tragedia…''
1924, Ciudad de México.
La nacionalización de los muros
''El arte de caballete invita al encierro. El mural, en cambio, se ofrece a la multitud que anda. El pueblo es analfabeto, sí, pero no ciego: Rivera, Orozco y Siqueiros se lanzan al asalto de las paredes de México. Pintan lo que nunca: sobre la cal húmeda nace un arte de veras nacional, hijo de la revolución mexicana y de estos tiempos de partos y funerales.
El muralismo mexicano irrumpe contra el arte enano, castrado, cobarde, de un país entrenado para negarse. Súbitamente las naturalezas muertas y los difuntos paisajes se hacen realidades locamente vivas y los pobres de la tierra se vuelven sujeto de arte y de historia en vez de objetos de uso, desprecio o compasión.
A los muralistas les llueve agravios. Elogios, ni uno. Pero ellos continúan, impávidos, trepados a los andamios, su tarea. Dieciséis horas diarias sin para trabaja Rivera, ojos y buche de sapo, dientes de pez. Lleva una pistola al cinto: -Para orientar a la crítica- dice:
DIEGO RIVERA,
Pinta a Felipe Carrillo Puerto, redentor de Yucatán, con un balazo en pleno pecho pero alzado ante el mundo, resucitado o no enterado de su propia muerte, y pinta a Emiliano Zapata sublevando pueblo, y pinta al pueblo: todos los pueblos de México, reunidos en la epopeya del trabajo y la guerra y la fiesta, sobre mil seiscientos metros cuadrados de paredes de la Secretaria de Educación. Mientras va cubriendo de colores el mundo, Diego se divierte mintiendo. A quien quiera escucharlo cuenta mentiras tan colosales como su panza y su pasión de crear y su voracidad de mujerófago insaciable.
Hace apenas tres años que ha vuelto de Europa. Allá en Paris, Diego fue pintor de vanguardia y se harto de los ismos; y cuando ya estaba apagándose, pintando nomás por aburrimiento, llego a México y recibió las luces de su tierra hasta incendiarse los ojos.
OROZCO
Diego Rivera redondea, José Clemente Orozco afila. Rivera pinta sensualidades, cuerpos de carne de maíz, frutas voluptuosas; Orozco pinta desesperaciones, cuerpos huesudos y desollados, un maguey mutilado que sangra. Lo que en Rivera es alegría, en Orozco es tragedia. En Rivera hay ternura y radiante serenidad; en Orozco, severidad y crispación. La revolución mexicana de Orozco tiene grandeza, como la de Rivera; pero donde Rivera nos habla de esperanza, Orozco parece decirnos que sea quien robe el sagrado fuego a los dioses, lo negara a los hombres.
SIQUEIROS
Huraño es Orozco, escondido, turbulento hacia adentro. Espectacular ampuloso, turbulento hacia fuera es David Alfaro Siqueiros. Orozco practica la pintura como ceremonia de la soledad. Siqueiros pinta por militancia de la solidaridad. No hay mas ruta que la nuestra, dice Siqueiros. A la cultura europea, que considera enclenque, opone su propia energía musculosa. Orozco duda, desconfía de lo que hace. Siqueiros embiste, seguro de que su patriótica arrogancia no es mala medicina para un país enfermo de complejos de inferioridad
.
«El pueblo es el héroe de la pintura mural mexicana»
dice Diego Rivera
''La verdadera novedad de la pintura mexicana, en el sentido en que la iniciamos con Orozco y Siqueiros, fue hacer del pueblo el héroe de la pintura mural. Hasta entonces los héroes de la pintura mural habían sido los dioses, los ángeles, los arcángeles, los santos, los héroes de la guerra, los reyes y emperadores y prelados, los grandes jefes militares y políticos, apareciendo el pueblo como el coro alrededor de los personajes estelares de la tragedia…''
miércoles, 8 de diciembre de 2010
martes, 7 de diciembre de 2010
VILARIÑO, Idea. YA EN DESNUDEZ TOTAL
Ya en desnudez total
extraña ausencia
de procesos y fórmulas y métodos
flor a flor,
ser a ser,
aún con ciencia
y un caer en silencio y sin objeto.
La angustia ha devenido
apenas un sabor,
el dolor ya no cabe,
la tristeza no alcanza.
Una forma durando sin sentido,
un color,
un estar por estar
y una espera insensata.
Ya en desnudez total
sabiduría
definitiva, única y helada.
Luz a luz
ser a ser,
casi en amiba,
forma, sed, duración
luz rechazada.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)