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Las multitudes odian el lodo, aunque estan compuestas por partìculas de ese mismo elemento. Es la ley de las masas. La muchedumbre, que es la sombra, tiende hacia el sol. Es la ley de la redenciòn. Santa Rosa de Lima fue la celeste abanderada de la reconquista de la luz, en un momento en que ya morìan todos los sueños de la gran aventura. Su muerte, fue una apoteosis. Sonaban las campanas de todas las iglesias de la Ciudad de los Reyes, en un clamor solemne de acompañamiento y anunciaciòn. De tal modo era una divina predestinada, que ningùn martirio amenguò su belleza y un poeta de la època pudo decir sin pecar de poeta:
Bajo el cielo de Lima se ha recostado graciosamente en la eternidad una rosa inmarcesible . Nada romperà nuca su celeste encanto.
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Para LA NACIÒN, Montevideo, octubre de 1947.