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martes, 27 de mayo de 2014

WALCOTT, DERECK. Me detengo a oír un estrepitoso triunfo de cigarras...





Me detengo a oír un estrepitoso triunfo de cigarras

ajustando el tono de la vida, pero vivir a su tono

de alegría es insoportable.

 Que apaguen ese sonido.
Despues de la inmersión del silencio,
el ojo se acostumbra a las formas de los muebles
y la mente a la oscuridad.
Las cigarras son frenéticas como los pies
de mi madre , pisando las agujas de la lluvia que se aproxima
Días espesos como hojas encontonces, próximos los unos de los otros
como horas y un olor a quemado por el sol
se alzó de la carretera lloviznada.
Punteo sus líneas a las mías ahora con la misma máquina,
Que trabajo ante nosotros, que luz solar para generaciones !
La luz, corteza de limón en Vermeer, saber que esperará allí
por otros, la hoja de eucaliptus rota, aun oliendo 
fuertemente a trementina, el follaje del árbol del pan,
de contenido oxidado como en Van Ruysdael.
La sangre holandesa que hay en mi se dibuja con detalle.
Una vez quise limpiar una gota de agua de un bodegón flamenco
en un libro de estampas, creyendo que era real.
Reflejaba el mundo en su cristal, temblando por el peso.
Que alegria en esa gota de sudor, sabiendo que otros perseverarán!
Que escriban: '' A los cincuenta, invirtió las estaciones, 
la carretara de su sangre cantó con las cigarras parlantes''
como cuando emprendí el camino para pintar en mi decimoctavo año.



(Versión de Vicente Arguas)