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martes, 23 de noviembre de 2010

ORTIZ VARGAS, Alfredo. INÚTIL CANCIÓN

REPERTORIO AMERICANO. Cuadernos de Cultura Hispana.
Costa Rica, 1952, Martes 15 de Julio. No. 1139

Me arrojaron viejo, mis viejos abuelos
a esta prolongada ''tortura del mundo''.
Quizá fui el pecado de sus desconsuelos
y mis desconsuelos me hicieron profundo.

Quizá en años fieros su fina entereza
se dobló en los lechos de las cortezanas,
y de un maridaje de ardor y tristeza
surgieron confusas mis nuevas mañanas.

Quizá las virtudes de hurañas devotas
moldearon mi psique con sal de de histerismo;
..........................................................................
Abuelos creyentes, blasfemos y locos
mis versos aroman en vuestra locura;
por ellos se filtran un poco y mil pocos
de miel de querencias y miel de amargura.
..............................................................
Quizá... una mañana del tiempo lejano
las quillas hendieron los mares inciertos.
Hoy ven vuestros ojos la faz del Arcano:
abuelos, decidme, ¿se mueren los muertos?

domingo, 21 de noviembre de 2010

DE IBARBOUROU, Juana. HORA MORADA


¿Que azul me queda?
¿En qué oro y en qué rosa me detengo,
qué dicha se hace miel entre mi boca
o qué río me canta frente al pecho?
Es la hora de la hiel, la hora morada
en que el pasado, como un fruto acedo,
sólo me da su raso deslucido
y una confusa sensación de miedo.
Se me acerca la tierra del descanso final,
 bajo los árboles erectos,
los cipreses aquellos que he cantado
y veo ahora en guardia de los muertos.
Amé, ay Dios, amé a hombres y bestias
y sólo tengo la lealtad del perro
que aún vigila a mi lado mis insomnios
con sus ojos tan dulces y tan buenos.

viernes, 19 de noviembre de 2010

BENEDETTI, Mario. ENTRE DOS VACÍOS (últimos versos)



Si uno piensa en la nada que lo precedió
no puede evitar un desasosiego
 que nos va cortando tajadas de vida
no es fácil concebir dónde estarán
los insomnios las lágrimas, los goces
todo eso que estuvo en nuestras manos
y que creímos era para siempre
al fin comprendimos que la eternidad
era una rendija entre dos sombras
todo se va pero no siempre vuelve
abracemos eso que tuvimos y
 que acaso tenemos todavía
miro hacia atrás y poco veo miro
hacia delante y es la niebla
admito que estoy entre dos vacíos
con prudencia marco bien
 las huellas por donde regresaré
con mi nostalgia pondré atención
porque el paisaje es mío
y yo quiero viajar con mi paisaje

jueves, 18 de noviembre de 2010

BENEDETTI, Mario. LOS LIBROS


(Fachada de la Biblioteca Nacional del Uruguay)


Quiero quedarme en medio de los libros
vibrar con Roque Dalton con
Vallejo y Quiroga
ser una de sus páginas
la más inolvidable
y desde allí juzgar al pobre mundo
no pretendo que nadie me encuaderne
quiero pensar en rústica
con las pupilas verdes de la memoria franca
en el breviario de la noche en vilo
mi abecedario de los sentimientos
sabe posarse en mis queridos nombres
me siento cómodo entre tantas hojas
con adverbios que son revelaciones
sílabas que me piden un socorro
adjetivos que parecen juguetes
quiero quedarme en medio de los libros
en ellos he aprendido a dar mis pasos
a convivir con mañas y soplidos vitales
a comprender lo que crearon otros
y a ser por fin este poco que soy

martes, 16 de noviembre de 2010

SABINES, Jaime. PASA EL LUNES




Pasa el lunes y pasa el martes
y pasa el miércoles y el jueves y el viernes
y el sábado y el domingo,
y otra vez el lunes y el martes
y la gotera de los días sobre la cama donde se quiere
dormir,
la estúpida gota del tiempo cayendo sobre el corazón
aturdido,
la vida pasando como estas palabras.
lunes, martes, miércoles,
enero, febrero, diciembre, otro año, otro año, otra vida.
La vida yéndose sin sentido, entre la borrachera y la conciencia,
entre la lujuria y el remordimiento y el cansancio.

Encontrarse, de pronto, con las manos vacías,
con el corazón vacío,
con la memoria como una ventana hacia la obscuridad,
y preguntarse: ¿qué hice?, ¿qué fui?, ¿en donde estuve?
Sombra perdida entre las sombras,
¿cómo recuperarte, rehacerte, vida?

Nadie puede vivir de cara a la verdad
sin caer enfermo o dolerse hasta los huesos.
Porque la verdad es que somos débiles y miserables
y necesitamos amar, ampararnos, esperar, creer y
afirmar.
No podemos vivir a la intemperie
en el solo minuto que nos es dado.
¡Qué hermosa palabra "Dios", larga
y útil al miedo, salvadora!
Aprendemos a cerrar los labios del corazón
cuando quiera decirla,
y enseñémosle a vivir en su sangre,
a revolcarse en su sangre limitada.

no hay más que esta ternura que siento hacia ti,
engañado,
porque algún día vas a abrir los ojos
y mirarás tus ojos cerrados para siempre.
no hay más que esta ternura de mí mismo
que estoy abierto como un árbol,
plantado como un árbol, recorriéndolo todo.

He aquí la verdad: hacer las máscaras,
recitar las voces, elaborar los sueños,
Ponerse el rostro del enamorado,
la cara del que sufre,
la faz del que sonríe,
el día lunes, y el martes, y el mes de marzo
y el año de la solidaridad humana,
y comer a las horas lo mejor que se pueda,
y dormir y ayuntar,
y seguenando ocultamente para el evento final
del que no habrá testigos.

lunes, 15 de noviembre de 2010

GALEANO, Eduardo. LA NACIONALIZACIÓN DE LOS MUROS, RIVERA, OROZCO Y ZIQUEIROS.



Memorias del fuego III. El siglo del viento. (Fragmento de la Trilogía) .

La nacionalización de los muros
El arte de caballete invita al encierro. El mural, en cambio, se ofrece a la multitud que anda. El pueblo es analfabeto, sí, pero no ciego: Rivera, Orozco y Siqueiros se lanzan al asalto de las paredes de México.
 Pintan lo que nunca: sobre la cal húmeda nace un arte de veras nacional, hijo de la revolución mexicana y de estos tiempos de partos y funerales.
El muralismo mexicano irrumpe contra el arte enano, castrado, cobarde, de un país entrenado para negarse.
 Súbitamente las naturalezas muertas y los difuntos paisajes se hacen realidades locamente vivas y los pobres de la tierra se vuelven sujeto de arte y de historia en vez de objetos de uso, desprecio o compasión.
A los muralistas les llueve agravios. Elogios, ni uno. Pero ellos continúan, impávidos, trepados a los andamios, su tarea. Dieciséis horas diarias sin para trabaja Rivera, ojos y buche de sapo, dientes de pez. Lleva una pistola al cinto: -Para orientar a la crítica- dice.

Diego Rivera

Pinta a Felipe Carrillo Puerto, redentor de Yucatán, con un balazo en pleno pecho pero alzado ante el mundo, resucitado o no enterado de su propia muerte, y pinta a Emiliano Zapata sublevando pueblo, y pinta al pueblo: todos los pueblos de México, reunidos en la epopeya del trabajo y la guerra y la fiesta, sobre mil seiscientos metros cuadrados de paredes de la Secretaria de Educación.
 Mientras va cubriendo de colores el mundo, Diego se divierte mintiendo. A quien quiera escucharlo cuenta mentiras tan colosales como su panza y su pasión de crear y su voracidad de mujerófago insaciable.
Hace apenas tres años que ha vuelto de Europa. Allá en Paris, Diego fue pintor de vanguardia y se harto de los ismos; y cuando ya estaba apagándose, pintando nomás por aburrimiento, llego a México y recibió las luces de su tierra hasta incendiarse los ojos.

Orozco

Diego Rivera redondea, José Clemente Orozco afila. Rivera pinta sensualidades, cuerpos de carne de maíz, frutas voluptuosas; Orozco pinta desesperaciones, cuerpos huesudos y desollados, un maguey mutilado que sangra.
 Lo que en Rivera es alegría, en Orozco es tragedia. En Rivera hay ternura y radiante serenidad; en Orozco, severidad y crispación.
 La revolución mexicana de Orozco tiene grandeza, como la de Rivera; pero donde Rivera nos habla de esperanza, Orozco parece decirnos que sea quien robe el sagrado fuego a los dioses, lo negara a los hombres.

Siqueiros

Huraño es Orozco, escondido, turbulento hacia adentro. Espectacular ampuloso, turbulento hacia fuera es David Alfaro Siqueiros. Orozco practica la pintura como ceremonia de la soledad. Siqueiros pinta por militancia de la solidaridad. No hay mas ruta que la nuestra, dice Siqueiros. A la cultura europea, que considera enclenque, opone su propia energía musculosa. Orozco duda, desconfía de lo que hace. Siqueiros embiste, seguro de que su patriótica arrogancia no es mala medicina para un país enfermo de complejos de inferioridad.

«El pueblo es el héroe de la pintura mural mexicana»
dice Diego Rivera:

''La verdadera novedad de la pintura mexicana, en el sentido en que la iniciamos con Orozco y Siqueiros, fue hacer del pueblo el héroe de la pintura mural. Hasta entonces los héroes de la pintura mural habían sido los dioses, los ángeles, los arcángeles, los santos, los héroes de la guerra, los reyes y emperadores y prelados, los grandes jefes militares y políticos, apareciendo el pueblo como el coro alrededor de los personajes estelares de la tragedia…''

sábado, 13 de noviembre de 2010