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lunes, 4 de febrero de 2008

PAZ, Octavio. POESÍA



Llegas, silenciosa, secreta,
y despiertas los furores, los goces,
y esta angustia
que enciende lo que toca
y engendra en cada cosa
una avidez sombría.

El mundo cede y se desploma
como metal al fuego.
Entre mis ruinas me levanto,
solo, desnudo, despojado,
sobre la roca inmensa del silencio,
como un solitario combatiente

Verdad abrasadora,
¿a qué me empujas?
No quiero tu verdad,
tu insensata pregunta.
¿A qué esta lucha estéril?
No es el hombre criatura capaz de contenerte,
avidez que sólo en la sed se sacia,
llama que todos los labios consume,
espíritu que no vive en ninguna forma
mas hace arder todas las formas. contra invisibles huestes.

Subes desde lo más hondo de mí,
desde el centro innombrable de mi ser,
ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga,
expulsando, tiránica,
aquello que no cede
a tu espada frenética.

Ya sólo tú me habitas,
tú, sin nombre, furiosa substancia,
avidez subterránea, delirante.

Golpean mi pecho tus fantasmas,
despiertas a mi tacto,
hielas mi frente,
abres mis ojos.

Percibo el mundo y te toco,
substancia intocable,
unidad de mi alma y de mi cuerpo,
y contemplo el combate que combato
y mis bodas de tierra.

Nublan mis ojos imágenes opuestas,
y a las mismas imágenes
otras, más profundas, las niegan,
ardiente balbuceo,
aguas que anega un agua más oculta y densa.
En su húmeda tiniebla vida y muerte,
quietud y movimiento, son lo mismo.

Insiste, vencedora,
porque tan sólo existo porque existes,
y mi boca y mi lengua se formaron
para decir tan sólo tu existencia
y tus secretas sílabas, palabra
impalpable y despótica,
substancia de mi alma.

Eres tan sólo un sueño,
pero en ti sueña el mundo
y su mudez habla con tus palabras.
Rozo al tocar tu pecho
la eléctrica frontera de la vida,
la tiniebla de sangre
donde pacta la boca cruel y enamorada,
ávida aún de destruir lo que ama
y revivir lo que destruye,
con el mundo, impasible
y siempre idéntico a sí mismo,
porque no se detiene en ninguna forma
ni se demora sobre lo que engendra.

Llévame, solitaria,
llévame entre los sueños,
llévame, madre mía,
despiértame del todo,
hazme soñar tu sueño,
unta mis ojos con aceite,
para que al conocerte me conozca.

miércoles, 30 de enero de 2008

miércoles, 23 de enero de 2008

DRUMMOND de ANDRADE, Carlos. CANTO ÓRFICO







La danza ya no suena,
la música dejó de ser palabra,
el cántico creció del movimiento.
Orfeo, dividido, anda en busca
de esa unidad áurea que perdimos.

Mundo desintegrado, tu esencia
reside tal vez en la luz, más neutra ante los ojos
desaprendidos de ver; y bajo la piel,
¿qué turbia imporosidad nos limita?
De ti a ti, abismo; y en él, los ecos
de una prístina ciencia, ahora exangüe.

Ni tu cifra sabemos. Ni aun captándola
tuviéramos poder de penetrarte. Yerra el misterio
en torno de su núcleo. Y restan pocos
encantamientos válidos. Quizás
apenas uno y grave: en nosotros
tu ausencia retumba todavía, y nos estremecemos
y una pérdida se forma de esas ganancias.

Tu medida, el silencio la ciñe, la esculpe casi,
brazos del no-saber. Oh fabuloso
udo paralítico sordo nato incógnito
la raíz de la mañana que tarda, y tarde,
do la línea del cielo en nosotros se esfuma,
tornándonos extranjeros más que extraños.

En el duelo de las horas, tu imagen
atraviesa membranas sin que la suerte
se decida a escoger. Las artes pétreas
recógense a sus tardos movimientos.
En vano: ellas no pueden ya.Amplio, vacío
                                             
             
un espacio estelar contempla signos
que se harán dulzura, convivencia,
espanto de existir, y mano anchurosa
recorriendo asombrada otro cuerpo.

La música se mece en lo posible,
en el finito redondo, donde se crispa
una agonía moderna. El canto es blanco,
huye a sí mismo, ¡vuelos! palmas lentas
sobre el océano estático: balanceo
del anca terrestre, segura de morir.

¡Orfeo, reúnete! llama tus dispersos
y conmovidos miembros naturales
y límpido reinaugura
el ritmo suficiente que, nostálgico,
en la nervadura de las hojas se limita,
cuando no forma en el aire, siempre estremecido,
una espera de fustes, sorprendida.

Orfeo, danos tu número
de oro, entre apariencias
que van del vano granito a la linfa irónica.
lntégranos, Orfeo, en otra más densa
atmósfera del verso antes del canto,
del verso universo, lancinante
en el primer silencio,


promesa del hombre, contorno aún improbable
de dioses por nacer, clara sospecha
de la luz en el cielo sin pájaros,
vacío musical a ser poblado
por el mirar de la sibila, circunspecto.


Orfeo, te llamamos, baja al tiempo
y escucha:
sólo al decir tu nombre, ya respira
la rosa trimegista, abierta al mundo.

lunes, 21 de enero de 2008

GARCÍA, Serafín J. CUERPIADA. (Tacuruses)





Sos cumba, chirusa: Tata Dios pa´hacerte,

tuvo la cachaza de parar rodeo
al lote de cosas mas lindas del mundo
y a la tropa'e luces que empilchan el cielo.

Campió entre sus noches la mas renegrida,
pulió su negrura con briyo'e luceros,
y en finas hebritas la jué deshilando
pa formar con eyas la mata 'e tu pelo.

Mesturó tu carne con raspa de luna,
robó a los mimbrales gracias pa tu cuerpo
y en ves de dos ojos prendió en tu carita
dos soles gurises emponchaos de negro.

Redochó su cencia p'hacer tus caderas;
con maña y esmero redondió tus senos;
y tal po'el gusto de chasquiar avispas,
disfrazó e' malvones tus labios de juego...

Sos cumba, no hay duda. ¿Pero 'e que te vale
si tenés el alma lo mesmo que un yelo,
si nunca una sola miajita e' ternura
te puso su chispa de amor en tu pecho?

¡No se pa que pucha te sirve ser linda
si no hay en tu duro corazón un hueco
ande 'l sentimiento se cuaje en dulzuras
y se abra fragante la flor de un afecto!

Campiá a otro mas sonzo. Yo no m'e encalacro.
El briyo 'e tus ojos no ahuyentan mis sueños
¿ o crees por su acaso que soy barbuleta
pa dir a quemarme las alas en eyos?

¡Erraste e´l mingaso! ¡ A mi pa boliarme,
precisa que me hagan un tiro mas cierto!
¡Yo quiero una china que sienta y comprienda
la voz del boyero que yevo en el pecho!



miércoles, 9 de enero de 2008

ACUÑA DE FIGUEROA. Cementerio de Salto,




''Tu que ciego en el placer
cierras del alma los ojos,
contempla en estos despojos
lo que eres y lo que has de ser.
Ven a este sitio a aprender
del hombre la duraciòn ,
que en esta triste mansiòn
de desengaño y consejo,
cada sepulcro es espejo,
cada epitafio lecciòn.''
(este verso se encuentra en una placa en el 
Cementerio de Salto)