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jueves, 24 de enero de 2013

MISTRAL, Gabriela. VERGUENZA



Si tu me miras, yo me vuelvo hermosa
como la hierba que bajo al rocío
y desconocerán mi faz gloriosa
las altas cañas cuando baje al rio.

Tengo vergüenza de mi boca triste,
de mi voz rota y mis rodillas rudas;
ahora que me miraste y que viniste,
me encontré pobre y me palpé desnuda.

Ninguna piedra en el camino hallaste
mas desnuda de luz en la alborada
que esta mujer a la que levantaste,
porque oiste su canto, la mirada.

Yo callaré para que no conozcan
mi dicha los que pasan por el llano,
en el fugor que da a mi frente tosca
y en la tremolición que hay en mi mano...

Es noche y baja a la hierba el rocío;
mírame largo y habla con ternura,
que ya mañana al descender al río
la que besaste llevará hermosura!

No hay un rayo de sol que los alcance un día?
No hay agua que los lave de sus estigmas rojas?
Para ellos solamente queda tu entraña fría,
sordo tu fino oido, apretados tus ojos?

Tal el hombre asegura por error o malicia;
mas yo, que te he gustado, como vino, Señor,
mientras los otros sigan llamandote Justicia
no te llamaré nunca otra cosas que Amor!

Yo se como el hombre fue siempre zarpa dura:
la catarata, vertigo: aspereza la sierra,
tu eres el vaso donde, se esponjan de dulzura
los nectarios de todos los huertos de la Tierra!