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martes, 22 de julio de 2008

SABIDURIA DEL LLANTO. Fabían Dobles. Costa Rica






















Uno es una muchedumbre de arroyuelos
en esa inundación incontenible
que desde oscuros cielos milenarios
tormentosa nos llueve.

Uno es una muchedumbre de arroyuelos.
Mas hay un raro dique en la garganta.

Uno balbuce hablar para romperlo
en palpitantes astros y gemidos.
Pero qué puede hacer una voz sola.
Nos suena tan celosamente vaga,
tan de lejana tierra,
como si la robara una ansia ajena
que se nos lleva nuestros propios sueños.

Uno es una muchedumbre de arroyuelos
con ese extraño dique en la garganta.

A veces, lo sentimos tan hermano
que se nos hacen claros los sollozos.
Comprendemos el llanto.

Y desde la garganta, que enmudece,
pues es llanto desnudo, sin los ojos,
nos quedamos mirándonos las lágrimas
en su orígen, naciéndonos,
y escuchándolas,
como si nos oyéramos nosotros.

sábado, 12 de julio de 2008

martes, 24 de junio de 2008

SABINES, Jaime. LOS AMOROSOS





















Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.

Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de
inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.

domingo, 15 de junio de 2008

ISELLA RUSSELL, Dora. OFRENDA.






















Te doy mi dócil juventud, mi entera
fuente de amor recién amanecida.
Te doy mi soledad, te doy mi herida,
te doy el hambre de mi primavera.

Te doy esta sonrisa verdadera,
esta sonrisa que es como mi vida
un perpetuo ademán de despedida
donde la llama del amor creciera.

Porque para nombrarte me sostengo
en medio de un ralámpago divino,
porque hasta tí desde mi llanto vengo,

porque en mi propio pecho te adivino,
te doy una sonrisa que no tengo
y un ruiseñor de sueños que no vino.

sábado, 14 de junio de 2008

CASTELLANOS. Rosario. SER RÍO SIN PECES















Ser de río sin peces, esto he sido.
Y revestida voy de espuma y hielo.
Ahogado y roto llevo todo el cielo
y el árbol se me entrega malherido.

A dos orillas del dolor uncido
va mi caudal a un mar de desconsuelo.
La garza de su estero es alto vuelo
y adiós y breve sol desvanecido.

Para morir sin canto, ciego, avanza
mordido de vacío y de añoranza.
Ay, pero a veces hondo y sosegado
se detiene bajo una sombra pura.
Se detiene y recibe la hermosura
con un leve temblor maravillado.