Yo la encontrè por mi destino,
de pie a mitad de la pradera,
gobernadora del que pase,
del que le hable y que la vea.
Y ella me dijo: ''Sube al monte,
Yo nunca dejo la pradera,
y me cortas las flores blancas
como nieves, duras y tiernas.''
Me subì a la àcida montaña,
busquè las flores donde albean,
medio dormidas y despiertas.
Cuando bajè, con la carga mìa,
la hallè a mitad de la pradera,
y fui cubriendola frenètica,
con un torrente de azucenas.
Y sin mirarse la blancura,
ella me dijo: ''Tu acarrea
ahora solo flores rojas.
Yo no puedo pasar la pradera.''
Trepè las penas con el venado,
y busquè flores de demencia,
las que rojean y parecen
que de rojez vivan y mueran.